Las pérdidas económicas relacionadas con los desastres seguirán aumentando, a menos que la gestión del riesgo de desastres se convierta en una parte fundamental de las estrategias de inversión empresarial.”

Ban Ki-Moon. Exsecretario General de la ONU

Vivimos una época de acontecimientos disruptivos que pueden rápidamente cambiar nuestra forma de comprender, ser, hacer y estar en el planeta. Afrontamos diversos escenarios de incertidumbres climáticas, ambientales, económicas y humanitarias, donde la estabilidad y lo previsible parecen ser cosa del pasado, y haber sido remplazados por un entorno dinámico, fluctuante e incierto. Es así como la ciencia ficción de las películas de Hollywood, se asemeja a la realidad que hoy enfrentamos, con solo revisar las noticias que nos llegan constantemente por las redes sociales o la televisión, vemos que día a día se recrean imágenes semejantes. Nuestra aparente fe en que la tecnología podría solucionar los problemas ambientales o controlar los ecosistemas y así someter a la naturaleza, sucumbe ante la fuerza de un tsunami, la potencia de un huracán, o la energía liberada de un sismo. Condiciones exacerbadas por la alta exposición y fragilidad de la población, infraestructuras, bienes, servicios, negocios y cadenas de suministro. Comprendemos entonces, que el cambio es la principal constante del mundo actual globalizado e interconectado, por lo que se hace necesario asumir una actitud proactiva para enfrentar estos nuevos desafíos de forma creativa e innovadora.

A escala mundial, estamos inmersos en escenarios de riesgo de desastres, tanto intensivos[1] como extensivos[2], caracterizados por la presencia de multiamenazas, y, en consecuencia, de grandes inversiones expuestas a las mismas.  Son frecuentes, por ejemplo, las afectaciones a cosechas por las sequías o las heladas; o por plagas que atacan a las plantas. Son evidentes y dramáticos los desequilibrios en los ecosistemas que propician el desarrollo anormal de organismos; sequías e incendios que consumen grandes áreas de bosques o fenómenos extremos como poderosos huracanes que impactan poblaciones. En este contexto fluctuante, de manera permanente las empresas ponen a prueba su resistencia, adaptación, preparación y capacidad de recuperación para la continuidad. En un mundo donde la tendencia son los cambios globales, manifestados en el clima, los ecosistemas, las culturas y en las tecnologías, no es posible permanecer estáticos. Es así como la ocurrencia de sismos, tsunamis, tormentas tropicales e inundaciones de gran magnitud, con graves efectos en los bienes, producción y cadenas de suministro de las empresas, pueden enviar “ondas expansivas” de pérdidas económicas hacia todo el mundo. Estos fenómenos traen como consecuencia el cierre de fábricas, la pérdida de empleos y grandes impactos en las economías de los territorios.

Adicional a las potentes dinámicas de los fenómenos de origen socio-natural, otros factores de origen cultural, político, económico y ambiental también entran a ejercer influencias determinantes. Los negocios que en el pasado fueron muy estables y ejercían como el competidor predominante, ven hoy amenazado su statu quo, por otros que se conciben desde diferentes paradigmas. La masificación de Internet y de las telecomunicaciones, genera un océano de oportunidades y de nuevas lógicas desjeraquizadas, que potencian la creación de nuevas empresas. Es así como la frase: “el mundo es un pañuelo”, hoy se hace realidad con la era digital y el uso de los teléfonos inteligentes al alcance de nuestras manos.

Desde la antigüedad los seres humanos han asumido el riesgo, unos de manera consciente, pero muchos otros, por no decir la mayoría, de forma tan inconsciente que hasta pasa por desapercibido, convirtiéndose en algo natural. Tal como lo planteó Ulrich Beck, en el mundo contemporáneo se pueden distinguir claramente tres posturas sobre cómo encarar el riesgo:

El riesgo puede considerarse de tres maneras distintas: con negación, con indiferencia o con cambio, el reto está en intervenir unas condiciones inseguras que nosotros mismos hemos producido (Banco Mundial, 2012).

La primera postura, de la negación, generalmente está asociada a la ignorancia por desconocimiento del riesgo o falta de comprensión del mismo (desconocer el riesgo no nos protege de él). Se niega el riesgo porque se considera que las cosas les suceden a otros. En el caso de las empresas, esto se ve reflejado generalmente por la existencia de una sensación de falsa seguridad, que subestima la existencia del riesgo, asociado a la baja frecuencia de ocurrencia de incidentes, al interior de las mismas. Esto puede ser positivo, sin embargo, puede ser contraproducente a la vez, cuando se llega al exceso de confianza, que desestimula monitorear el riesgo, de manera continua e ininterrumpida.

La segunda postura, la indiferencia, está permeada por criterios personalistas, asociados principalmente a falsa creencias, percepciones e imaginarios. Un ejemplo de ello, es evitar que se reflexione o discuta al interior de una comunidad, gobierno, organización o empresa sobre el riesgo, porque es “presagio del mal agüero”, o porque el riesgo es responsabilidad de otros. Actitud que normalmente envía un mensaje equívoco al pensar que “este no es mi problema”, “pasándole el balón al otro”. Se expresa así, un miedo a asumir la responsabilidad, ya que a nadie le gusta que “lo señalen con el dedo”. En el caso de las empresas, esto sucede cuando muchas de ellas, a pesar de ser conscientes de su ubicación en escenarios complejos (con problemas sociales, políticos, económicos y ambientales, etc.), prefieren aislarse y desconectarse de estas realidades.  Ser indiferentes frente al riesgo tampoco nos protege de él.

La tercera postura es el cambio, que tanto la sociedad, como sus organizaciones, comunidades, empresas y emprendedores, entre muchos otros actores, deberían asumir. Atreverse a dar un salto diferente, como el que dio el atleta estadounidense Dick Fosbury en la disciplina del salto en altura. Tradicionalmente todos los atletas saltaban de frente, pero Fosbury desarrolló una nueva técnica al saltar de espalda, con la cual obtuvo la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de México en 1968. Hasta antes de este triunfo, fue considerado loco y fue subestimado, gracias a su persistencia y convicción, con este nuevo salto revolucionó para siempre la técnica tradicional. En el caso del sector empresarial, es la oportunidad de asumir el reto de cambiar y atreverse a dar un salto diferente, en relación con las formas de crear valor, que han tenido generalmente sus negocios al margen de sus entornos. Para los líderes empresariales, el “salto” llega de la mano de la construcción de resiliencia, mediante la gestión del riesgo de desastres, como una nueva manera de crear valor. Las cosas finalmente suceden porque alguien se atreve.

Los cambios están a la orden del día, y pueden impactar tanto a los grandes negocios como a los pequeños; no obstante, el impacto de estos varía de acuerdo con la actitud con que se asuman. Tal como le sucedió a Orlando, un emprendedor del gremio de los taxis en Colombia, quien trabajó durante muchos años como conductor y propietario de un taxi, en un mercado donde miles de vehículos competían entre sí, sin grandes rasgos diferenciadores, entre un servicio y otro. Sin embargo, cuando empezaron a incursionar las aplicaciones tecnológicas para el transporte, se generó un gran remesón que cambió las reglas del juego.

Rápidamente, entraron a competir miles de vehículos que ofrecieron precios más bajos por trayecto. Esta nueva oferta, aprovechaba las plataformas de los teléfonos inteligentes, tenía un mejor servicio al cliente y contaba con automóviles en mejores condiciones en muchos casos, y costos de operación más bajos por ausencia de regulaciones. De golpe este gremio, se enfrentó a un “tsunami”, para el cual los taxistas no estaban preparados.

Pronto, ante la dramática disminución de usuarios, la amenaza de desaparecer del mercado fue enfrentada de diferentes maneras por los taxistas, algunos desde la negación. Muchos no creyeron que las nuevas plataformas lograrían desplazarlos; por tanto, no generaron ningún tipo de cambio en la forma en que trabajaban. No realizaron innovaciones para tratar de mejorar el servicio al cliente o para hacer uso de plataformas tecnológicas.

Otro grupo, actuó desde la indiferencia; ya que, aun estando conscientes de la afectación a sus ingresos por la disminución de pasajeros, adoptaron una actitud pasiva. Este grupo no se preocupó por generar trasformaciones que les permitieran competir en el nuevo escenario. En algunos casos, estas actitudes estaban generadas por la falta de capacidades o de herramientas para hacerlo.

Y finalmente, otro grupo de taxistas actuó de forma diferente, atreviéndose a cambiar y a dar el salto, como una oportunidad de trasformación positiva, para permanecer en el mercado. Dentro de ese grupo estaba Orlando, quien, en vez de quedarse estancado en el problema, se enfocó en generar aspectos diferenciadores de la competencia, mejorando diversas características de su negocio. Para ello se asoció con otros colegas y creó una cooperativa, donde sus afiliados se capacitaron en servicio al cliente, adquirieron vehículos nuevos, se uniformaron, y por su trato amable y atento con las personas, se ganaron la confianza de grandes empresas locales y extranjeras que los empezaron a contratar de manera exclusiva para movilizar sus empleados. No se rindieron y estuvieron dispuestos a dar la batalla desde un enfoque propositivo.  Este grupo encontró su océano azul, ya no tenía que competir en la calle por captar clientes, sino que empezaron a ser contratados directamente por grandes empresas. La calidad era su elemento diferenciador.

Pronto este negocio, desde la misma actitud de afrontar de manera propositiva el cambio, incursionó en los taxis de lujo, un servicio novedoso, que hace uso de plataformas tecnológicas y aunque tiene un costo mayor, presta el servicio con unos estándares más altos y vehículos de altas especificaciones. Es decir, encontró otro océano azul en un nicho de mercado con poca competencia. Esta experiencia nos demuestra que la clave no es quedarse estancado en el problema, negarlo o ser indiferente, sino permanecer desde una mentalidad abierta, en la búsqueda de alternativas para innovar y afrontar los desafíos que afronta su negocio. Este es un ejemplo de un negocio que ante la crisis se transformó y se fortaleció para volverse resiliente. Ante la amenaza que le generó el cambio abrupto en el mercado, pudo haber desaparecido, pero en vez de esto, adoptó el cambio como la actitud para afrontar la crisis. Estas lecciones son aplicables a negocios de cualquier tamaño, tanto para grandes multinacionales, como para los emprendedores.

Tanto para el atletismo como para el sector empresarial (entre otros ámbitos), los paradigmas funcionaron hasta que alguien llegó para mostrar otra forma de “saltar”. Para los empresarios, pareciera que un “salto hacia atrás” es un revés en el aire, sin protección y a toda pérdida. Sin embargo, “saltar hacia atrás” no es retroceder, es reconocer, es volver a mirar y encontrar allí una ventaja. El cambio en el atletismo llegó con el “salto de espalda” de Dick Fosbury, revolucionando el salto de altura para siempre. Para los líderes empresariales, el “salto hacia atrás” llegó de la mano de la construcción de resiliencia mediante la gestión de posibles pérdidas, como una nueva forma de crear valor. Las cosas finalmente suceden porque alguien se atreve.

Con este libro nuestro objetivo es motivar bajo un marco coherente, unificador, riguroso y sensible a los empresarios y emprendedores actuales, futuros y a todas las personas optimistas, a fin de transformar toda esta energía creativa, en acciones sustentables. Animamos a todos los lectores a atreverse a revisar y discutir las reflexiones aquí presentadas. A confrontarlas con su realidad empresarial y personal, para invertir en la construcción de resiliencia mediante la incidencia en la mitigación de la vulnerabilidad, a través de inversiones financieras sostenibles. Sin duda, emprenderán el camino para lograr dar un salto que los impulse hacia otras realidades, que propicien la construcción de empresas y negocios resilientes.

Queremos que usted líder empresarial, o en camino de convertirse en uno, también se pregunte: ¿Cómo asume el riesgo de desastres que se puede materializar en un impacto negativo en su vida, en su empresa, o en su negocio? ¿Con negación, con indiferencia o con cambio? Buscamos brindar unas herramientas para quienes se atreven a cambiar y a dar el salto, en la búsqueda de negocios resilientes, lo que se traduce en ganancias para la empresa, el entorno y la sociedad.

LOS AUTORES

[1] Se refiere a grandes concentraciones de poblaciones y activos económicos vulnerables expuestos a amenazas extremas (ONU, 2013).

[2]Se refiere a la exposición geográficamente dispersa de poblaciones y activos económicos vulnerables expuestos a amenazas de intensidad baja o moderada (ONU, 2013).